miércoles, 31 de agosto de 2011

LAS TIJERAS DEL PODADOR

                                                                                              Beatriz Garrido

Alguien contó que una vez contemplaba los tentadores racimos de uvas que colgaban de las paredes de un gran invernadero. El propietario le contó:
-Cuando llegó el nuevo jardinero, dijo que no se ocuparía de estas vides, si no se le permitía cortarlas a pocos centímetros del suelo. Así lo hizo y -aparentemente- no quedó nada. Por dos años no hubo uva, pero... este es el resultado!!!

Siempre me impresionó la poda de una parra, el podador corta y corta hasta que todo aquel enramado queda casi aniquilado, da la mismísima sensación de que -directamente- ha terminado destruyendo la vid; pero cuando llega la hora de la vendimia... qué hermosura!!!... aquellos palos secos, cortos y tan extremadamente podados, han dado paso a una preciosa espesura de hojas además de unos racimos bellísimos que luego adornaran nuestras mesas o nuestros vasos.

En una ocasión escuché a alguien orar. “Señor pódame, poda todo lo que haga falta en mi vida, pero no me tales. Por favor!!!... eso nunca!!!”

Siempre recuerdo con “morriña” una preciosa planta de flores de “colgantes de la reina”, que tenía mi abuela en el jardín, cuando yo era una niña. Era de un precioso color fucsia entremezclado con blanco y, a mi que siempre me gustó todo eso del “coloqueo”, me encantaba tomar prestados dos pares de las flores de mi abuela y me colgaba un par en cada oreja, a modo de pendientes. Por demás está decir que me encontraba favorecidísima y luego me colaba por la sala, donde estaba todo super colocado, para mirarme -bien a gusto- en un espejo grande que adornaba aquella estancia.

Un día, mi abuelo dijo que iba a podar aquella planta, que era necesario, porque estaba demasiado grande y cargada de flores; pero, para horror de mi abuela, tanto y tanto la podó que terminó talándola y, nunca más me pude adornar con mis preciosos pendientes fucsia de princesa.

Cuantas veces, en mi propia vida, he sentido las tijeras del podador cortar y cortar hasta, realmente, sentirme sangrar por dentro. Pero, El sabe la medida exacta y conoce la sazón perfecta, para que el resultado sea espléndido. Es cierto que -en ocasiones- me he quejado; porque me parecía que sus tijeras eran demasiado crueles conmigo, pero si algo tengo o soy en mi vida espiritual, es porque antes permití que el jardinero hiciera su esmerada y experta labor en mi, con el fin de llegar al resultado que El esperaba.

Sé muy bien que no será la última vez, que mi jardinero vuelva con las tijeras a producirme lágrimas; pero ya he experimentado que es el único camino para que El consiga de mi vida lo que quiere.

Tal vez, en estos momentos, estás sintiendo sus tijeras podando en tu propia vida, lo sé... duele... duele mucho; pero es la única manera de que se cumpla aquello de: “...y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto”.

Si quieres puedes unirte a mi en la oración:
“Señor, pódame, pódame lo que haga falta, pero... por favor!!!... no me tales!!!

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